La Atracción Fatal de Sofía Gala
Al elenco de Atracción Fatal le preguntan por el conejo hervido y las imágenes que han quedado grabadas en la generación que vio la película en 1987. Ese año nació Sofía Gala Castiglione, la actriz que interpreta a Alex, el rol de Glenn Close. En charla telefónica, Sofía comenta sobre la gira. “Es llegar a lugares donde es más difícil ir al teatro, llevar la propuesta que tenemos, pensada para calle Corrientes. Para mí, como actriz, actuar todos los días en un teatro distinto y aprender a conocer cada uno, porque nos instalamos, requiere atención y presencia permanentes. Eso está buenísimo porque venimos haciendo una obra desde hace tiempo, eso ayuda para no hacerla de memoria o en piloto automático”.
–¿Qué te convenció de la obra?
–Me llamó Muscari con el que había trabajado en dos oportunidades (Tres mitades, El anatomista). Trabajar con él es siempre un desafío, es un muy buen director de actores. Me gusta el proceso de trabajo con él y me interesó ver qué iba a hacer con una obra que, para mí, el cuento, la película, son antiguos. Habla de una mujer diferente, de una sexualidad y de la infidelidad que se veían de forma diferente. El desafío de todos era aggiornar esa obra y que se identificara con la situación de hoy, cuando han pasado más de 30 años.
–¿Cómo aparecen los temas de la infidelidad y el castigo?
–Es interesante que en la película la idea de la mujer de más de 30, independiente, sola, estaba medio loca para la sociedad de ese momento. Si sale con un tipo casado, mucho más, si se embaraza, más, y si quiere tener ese hijo, directamente es para matarla, como pasa en la película. Incluso, tenía otro final en el que ella se mataba con un cuchillo que tenía las huellas de él y cuando la vieron en Hollywood, la gente quería que ese final fuera cambiado. Por eso lo cambiaron y Glenn Close se quejaba de lo que pasaba, tuvo que defender el personaje.
–¿Qué cambió?
–Además de que nosotros tenemos otra idea, la misma historia hoy es distinta. Todos cambiamos. Ya no es más la mujer peligrosa, sola e independiente. Cuando el tipo le dice que aborte el hijo que tiene de los dos, porque le va a arruinar la familia, es un cobarde porque no quiere hacerse cargo y contarle a su mujer que la engañó. Me parece que se abren muchos otros parámetros y podemos entender que esto a ella la saca de quicio y termina hirviendo el conejo, obsesionada. Por qué se llega ahí, por qué una mujer de esa época, con un tipo que no le da bola, ella que tiene una deficiencia emocional, tiene todas las de perder. En la sociedad en la que vivía cuando la historia se creó no hay chance de que tenga razón.
–¿El planteo de la versión teatral cómo suaviza ese drama tan extremo?
–No hace falta suavizarlo. Lo que se ve es una situación, una historia viejísima como son el engaño, la infidelidad, pero desde un lugar más real, en el que nadie es tan inocente ni tan culpable. Él no es una recontra víctima ni la mujer una boluda y Alex, una re loca. Todos tienen un poco de culpa y están llenos de grises, como en la vida.
–¿Existe una lectura generacional de la infidelidad?
–Tiene que ver con la lealtad. Cuando uno está en pareja se compromete a una situación, cada pareja a la situación que sea, y cuando el otro no cumple con el trato, sea tener pareja abierta o ciertas concesiones, es traición, está destruyendo una relación armada a partir de un mismo camino. El conflicto va por ese lado y no sobre la idea del hombre que es infiel a la mujer. Son dos personas que están juntas y una decide ser egoísta, incluso, no tiene la voluntad de decirlo. Me parece que es generacional dónde uno pone las palabras y las cosas, dónde uno ponía la mujer y la pareja en esa época. El hecho de que exista otra forma de ver las cosas, que hayamos evolucionado, encara distinto la historia. Van a ver lo mismo que hace 30 años pero el espectador ni el mundo son los mismos. Cambió. Es interesante contarla para no juzgar como se juzgaba en la película. El que la recibe a la obra puede verla totalmente diferente.
–¿Dónde está la mano de Muscari?
–En todos lados. La obra es totalmente Muscari, rompe la cuarta pared todo el tiempo. El hecho de entender de otra manera el cuento. José hizo un clásico como Lorca. Puede agarrar cualquier cosa, incluso super conocido y comercial y convertirlo en algo propio.
–¿Cómo es Alex?
–Me cuesta responder. Es una persona que siento y entiendo, porque de lo contrario no podría interpretarla. Está encerrada en juicios y prejuicios ajenos, y por eso necesita amor, quiere que la amen. Termina enloqueciendo por eso y por el lugar que tiene que ocupar en esta sociedad. No la excuso pero logré entenderla y quitarle la culpabilidad. Puedo ver por qué lo hace.
–¿Alguna vez sentiste que la presión del medio podía hacerte tambalear?
–No. Lo único que puede hacernos tambalear es uno mismo, nada de afuera. Lo de afuera son todas excusas para no hacerse cargo de lo que hay que hacerse cargo. Uno está parado en un lugar o no. No puedo acusar a nadie más por lo bueno y lo malo que me pasa.
–¿El teatro ayuda a reflexionar sobre estas cuestiones?
–Toda mi vocación me ayuda a reflexionar sobre eso porque trabajo de vivir y sentir miles de emociones, y reflexionar todo el tiempo, en el teatro, el cine, la tele y las cosas que hago para expresarme.
La agenda de Sofía para este año incluye: filmar la película de su amiga Lucía Vasallo, Cadáver exquisito, su primer largo de ficción, ya que es documentalista. También con su amigo Ayar Blasco, que hace animación, con quien ya filmó El sol, una película animada y ahora filma Lava, de ciencia ficción. También La vagancia, que está en postproducción.
“Terminé El Tigre Verón para Pol-ka con Julio Chávez y voy a ser jurado para una sección del festival de San Sebastián para óperas primas y nuevos directores”, agrega. Con respecto a lo que podría considerarse la cosecha de Alanis, señala: “Me invitaron después de ganar, pero por trabajo no pude ir. Me volvieron a convocar y supongo que les interesó mi trabajo y será que soy palabra autorizada para poder juzgar a nuevas miradas del cine internacional”.
Fuente: La Voz por Beatriz Molinari
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